El estrés y la depresión: factores que aumentan el riesgo de cáncer

El cáncer es uno de los padecimientos más complicados que puede llegar a desarrollar una persona y que, de manera directa e indirecta, puede afectarnos a todos. Sin embargo, la complejidad de esta enfermedad no está ligada únicamente al desarrollo físico de ésta, ni condicionado exclusivamente a factores genéticos, sino que además puede estar ligada a variables emocionales.
Actualmente, los estudios destinados al análisis de sus orígenes y causas, han llegado a enfoques direccionados al desarrollo de ésta en función del estado anímico del individuo que la padece dejando, en la mayoría de los casos, claros resultados que abogan por los tratamientos no solo químicos, sino también psicológicos y sociales para enfrentar esta enfermedad.
El ser humano tiene una estructura biológica y bioquímica que se ve afectada por los aspectos psicológicos ya que, por ejemplo, una persona depresiva con cuadros de irritabilidad o emociones tóxicas tiene una respuesta hormonal en su organismo. En la mayoría de las instancias, dicha respuesta está vinculada a aspectos sociales que, a su vez, generan una producción de hormonas con alta incidencia negativa en el organismo.
El estrés y la depresión como factores de riesgo del cáncer
Recientes estudios abordados por la Organización Mundial de la Salud, muestran que algunos factores de riesgo que potencian el desarrollo del cáncer se encuentran interconectados con el deterioro emocional de los pacientes, en especial, con la manifestación de altos estados de estrés y ansiedad en el organismo.
Seguido a esto, los pacientes con casos registrados de depresión, muestran claros índices de deterioro físico durante el desarrollo, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad. Esto se debe a que el funcionamiento óptimo del sistema inmunológico responde de manera directa a los impulsos emocionales experimentados en el día a día, ya que en ellos hay una respuesta bioquímica en el organismo. Es decir, las emociones contribuyen a la segregación de hormonas en el torrente sanguíneo, cuando la emoción es negativa se segrega cortisol, una hormona que en altas dosis constantes conlleva al organismo al desarrollo de patologías.
A esto se suma el hecho de que las personas con estilos de vida emocionalmente tóxicos tienen una carencia que, desde un enfoque emocional, repercute en un órgano en particular concentrando mayor cantidad de cortisol en un punto específico. De forma paralela, estas personas suelen estar mayormente relacionadas con el consumo de sustancias químicas dañinas y públicamente reconocidas como cancerígenas, como el licor, los cigarros o los fármacos en elevadas cantidades, lo que multiplica los factores de riesgo.
Por estos motivos, durante el periodo de control de un paciente con cáncer, la inclusión, la compañía, el apoyo emocional y la constante siembra de esperanza de vida, suelen ser parte fundamental del proceso de curación de una enfermedad tan peligrosa como esta.
Entender que los pacientes pueden verse afectados por emociones contraproducentes y reconocer que los factores biopsicosociales son una realidad en el desarrollo o detenimiento de los cuadros médicos inmunológicos, puede llegar a ser uno de los avances más importantes en la lucha contra el cáncer.