Retorno seguro a clases: tres acciones a considerar

El cierre de centros educativos debido a la pandemia impuso una nueva modalidad de interacción, aprendizaje y enseñanza vitrual, por lo que la mayoría de los sistemas educativos del mundo tuvieron que reaccionar y adaptarse rápidamente a esta nueva realidad.
Sin embargo, a medida que los casos de la Covid-19 disminuyan, el retorno a clases presenciales se establecerá de manera gradual. Si bien actualmente los centros educativos están realizando las clases en modalidad virtual, de acuerdo a un estudio realizado por Marsh a instituciones educativas de Perú, Colombia, República Dominicana y Chile, al contemplar la reapertura del campus, el 70% prefiere mantener la modalidad semipresencial. Solo 7% tiene contemplado un retorno presencial total.
En ese sentido, y para que este retorno sea eficiente y seguro, es importante que se deba garantizar la adopción de las medidas preventivas implementadas dentro de la organización, a fin de proteger a los colaboradores de la institución y a los alumnos. Para ello se plantean tres líneas de acción esenciales.
La primera está relacionada con los colaboradores (administrativos y docentes), y con aquellas medidas que permitan prevenir cualquier situación de contagio y garantizar su bienestar físico y mental. De acuerdo a ello, como principal acción, las entidades educativas han delimitado los factores para identificar el riesgo de contagio: la ubicación del domicilio en zonas de alta incidencia de casos (79%), el tipo de medio de transporte usado (77%) y las ocupaciones de las personas con las que conviven (70%) son los primeros indicadores.
Asimismo, el 95% de instituciones consideran la edad como principal variable para clasificar a los colaboradores como personas vulnerables, seguido de condiciones médicas no incluidas en las normas vigentes (95%), el Índice de Masa Corporal – IMC (70%), condición de lactancia (51%) y familiares con factor de riesgo (49%).
Por otro lado, el 79% de las instituciones educativas han identificado ansiedad entre sus colaboradores; 72% del alumnado tiene problemas de depresión. En ese sentido, las medidas en gestión psicosocial también se plantean como un aspecto de bienestar mental que debe ser abordado.
El soporte psicológico brindado ha estado principalmente orientado a prevención de estrés, ansiedad y fatiga (35%), así como el fomento de hábitos saludables (47%). En menor medida se ha ofrecieron terapias para afrontar el diagnóstico o el duelo a pacientes o familiares. Aunque el trabajo remoto representa un desafío para lograr el equilibrio trabajo-familia, asesorías en este punto tampoco fue una opción que las instituciones educativas hayan abordado significativamente.
La segunda línea de acción debe priorizar la protección de la salud mental de los alumnos y la implementación de medidas y herramientas que aseguren la continuidad de las clases al mismo tiempo que permitan prevenir cualquier riesgo de contagio.
Sobre ello, las clases virtuales se han vuelto la herramienta primordial para llegar a los alumnos y cumplir con las actividades lectivas programadas; sin embargo, la necesidad de actividades presenciales se centra en algunos cursos o materias prácticas que requieren infraestructura o equipamiento no disponible en los hogares. Para suplir estas deficiencias durante el aislamiento, las instituciones educativas han programado clases en grupos reducidos en el 70% de los casos, clases demostrativas videograbadas en el 58% de los casos y un 49% optó por clases en turnos diversos.
Respecto a los problemas de salud mental, el 72% de las entidades educativas, han determinado la ansiedad como el problema emocional más frecuentemente detectado. También el sedentarismo (40%) representa un porcentaje significativo dentro de la comunidad estudiantil y con ello los potenciales problemas musculoesqueléticos.
Bajo esa situación, y ante las dificultades económicas que la pandemia representa, las instituciones han asumido un rol prudente brindando facilidades de pago para los alumnos (79%), incremento del número de becas (40%), y exoneración de moras por pagos fuera de tiempo en (30%). Además, un 37% ofrece soporte psicológico a los alumnos para sobrellevar la crisis.
Finalmente, la tercera línea de acción, pero no menos importante, se centra en el fortalecimiento de medidas que permitan mantener la inocuidad del campus estudiantil. En este caso, y con base en los resultados del estudio mencionado, la reducción de aforo es una de las principales medidas que han aplicado los centros educativos (98%): asistiendo solo para cursos que requieren presencia obligatoria (como talleres y/o laboratorios) o la asistencia de manera intercalada.
Ahora bien, además de las medidas de limpieza y desinfección, es importante que las instituciones educativas implementen medidas como el refuerzo de los sistemas de ventilación o extracción de aire en los espacios cerrados, teniendo en cuenta que, según la Organización Mundial de la Salud, ha indicado que una de las principales formas de transmisión es la vía aérea a través de aerosoles.
De igual manera es importante mantener la restricción o delimitación de horarios para el uso de espacios en común como los comedores, vestuarios o servicios higiénicos de uso múltiple: el 23% de entidades educativas han establecido horarios para el uso de vestuarios, mientras que el 58% y 51% restringió el uso de servicios higiénicos y comedores, respectivamente.
La pandemia aún seguirá direccionando nuestra forma de hacer las cosas, y esto conllevará a más cambios de los que ya se vienen estableciendo actualmente. Esto no sólo continuará impactando y obligándonos a innovar en la manera propia de enseñar sino en cómo la comunidad estudiantil, conformada por una diversidad generacional con necesidades grupales e individuales distintas, logra establecer un punto en común y el equilibrio adecuado para adaptarse a nuevas formas de trabajo y aprendizaje.